Visitando la feria Internacional del libro 2007.
10º Congreso Internacional de Promoción del libro y la lectura
De este primer día del Congreso organizado por la Fundación El libro me quedo con el encuentro que tuvimos todos los asistentes con la escritora Angélica Gorodisch
En un clima muy intimista que logró crear con casi seiscientas personas en la sala José Hernández, nos reveló a todos los que estabamos ahí cómo se planta una escritora ante la lectura. Entre las múltiples formas que empleó para definir el libro me quedé con algunas registradas en mi anotador.
Dice Angélica que no hay nada más hermoso que refugiarse en los libros, sobre todo a la tarde y cuando llueve.
Luego de hacernos viajar el tiempo -seis mil años atrás- a un lugar tan prolífico como la mesopotamia, ese pedacito de tierra entre el Tigris y el Éufrates- la escritora fue confeccionando distintas maneras de definir el libro. Entre algunas de sus ideas reescribo las siguientes:
"Los libros son inmortales, aún cuando hayan sido llevados a la hoguera"
"Muchas mujeres fueron a la hoguera y nadie las recuerda a excepción de Juana de Arco, pero los libros tienen esa capacidad de trascender más que los hombres o las mujeres de la historia"
"Los libros nacen de la imaginación, donde no hay imaginación no hay horror, donde no hay horror no hay literatura" (citando a Conan Doyle)
"Escribir es una miel que se desprende como jarabe, ambar líquido de la lectura"
Entre todas estas ideas me quedo con la última sobre la escritura, lo cual me animó a preguntarle a la escritora ¿Qué se necesita - según su experiencia- para ser escritor?
Su respuesta fue muy simple, libros y soledad como dice otra escritora famosa, Los grandes nos enseñan a leer, pero también es necesario buscar las lecturas por placer, y ambas búsquedas se realizan en soledad.
Entre los libros que la transformaron y la invitaron a escribir se encuentra Ficciones de Jorge Luis Borges, La comedia Humana de Balzac, los poemas de Quevedo, El Orlando y los ensayos de Virginia Wolf, Clarice Lispector. Son los libros que ella salvaría de toda la humanidad, al final incluyó también a Cervantes.
De ellos aprendió que la imaginación no se alimenta sólo de lo visible, sino que necesita lo invisible, y recordó a René Magritte, para quien toda obra visible, tiene detrás una cosa invisible. Obviamente que está prohibido quedarse con lo literal.
Gracias a Angélica Gorodischer.

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